Haciendo el mismo trabajo y siguiendo la misma rutina día tras día, nos acostumbramos tanto a nuestra vida mundana, que tendemos a olvidar la belleza que este mundo tiene para ofrecer. Hay lugares tan maravillosos en el mundo, deliciosas cocinas de diferentes países, tanto que ver y hacer que se puede salir y vivir cada día al máximo. Viajar da un respiro que uno necesita y ver las cosas con una perspectiva diferente, pero también puede ofrecerte infinitos beneficios para tu salud mental y física. ¡Atiende!
Viajar te da un sentido de propósito
Incluso cuando tu viaje termina, la experiencia no. El viaje en el que te embarcas, la comida que comes, los extraños que conoces y que se convierten en amigos, te llevas todos esos recuerdos para recordarlos toda la vida. Mientras ganas perspectiva sobre cómo viven los demás, empiezas a apreciar las cosas que tienes. Esto ayuda a reducir el estrés y abre tu mente para recuperar el entusiasmo.
Olvida la planificación y abraza la espontaneidad
Las cosas no siempre suceden como queremos, el viaje hace que aprendas a disfrutar de la aleatoriedad con una pizca de sal. Las mejores experiencias que encuentras vienen en forma de espontaneidad. Nuestras vidas giran en torno a lamentar las cosas del pasado y estar preocupados por el futuro. Los viajes te permiten vivir el momento y permanecer en el presente. Así que, disfruta, valora y aprecia lo que tienes. Haz planes al azar, haz las maletas, coge el primer vuelo que tengas y vete. Conocer lo desconocido lleva la emoción a otro nivel. Deja que la espontaneidad y tus instintos te guíen y te sorprenderás de que haya sido el mejor viaje de tu vida.
Empiezas a ver la belleza en los pequeños sucesos cotidianos
Como viajeros, a menudo nos convertimos en fetiches de la gente y los lugares que descubrimos en el extranjero. Es parte de la mentalidad que desarrollamos. Cuando estamos de viaje, nos encantan los sucesos cotidianos que ignoramos por completo cuando estamos en casa. Si viajas lo suficiente, esta forma de ver el mundo te sigue a casa. Empiezas a ver la belleza en los pequeños sucesos cotidianos, como el crujido de las hojas en el césped en otoño o el canto diario de los pájaros por la mañana. Y de esta manera, descubres todo un mundo de simples placeres.
Tienes mejores historias que contar
Mark Twain dijo una vez que “La verdad es más extraña que la ficción”. Viajar sólo sirve para esto. Los absurdos percances, sucesos aleatorios y las increíbles aventuras que ocurren mientras se viaja son historias de fascinación que casi nadie salva, tal vez, del Hombre Más Interesante del Mundo. Así que, independientemente de si su público es su familia, sus amigos o una cita caliente, el viajero es capaz de entretener e inspirar (a menudo) simplemente compartiendo algunas historias del camino.
Te conviertes en un mejor comunicador
Los viajes son una gran herramienta para desarrollar tus habilidades de comunicación. Mientras viajas, te encuentras con todo tipo de personas, muchas de las cuales no compartirán ni tu idioma ni tu cultura. En estas circunstancias, puede ser difícil transmitir incluso las ideas más simples. Tales desafíos te hacen usar el ingenio y la creatividad para intercambiar información.
Viajar puede mejorar su salud
Viajar es muy divertido, pero también tiene muchos beneficios para la salud. Un estudio conjunto de la Comisión Mundial sobre el Envejecimiento y el Centro Transamericano de Estudios sobre la Jubilación, en asociación con la Asociación de Viajes de los Estados Unidos, determinó que las mujeres que viajan al menos dos veces al año muestran un riesgo significativamente menor de sufrir un ataque cardíaco que las que sólo viajan cada seis años aproximadamente. Lo mismo ocurre con los hombres, que muestran un 30 por ciento más de riesgo de enfermedades cardíacas si no toman vacaciones anuales.
Se gana confianza
Viajar no siempre es fácil. Pasa suficiente tiempo en el camino y tendrás tu parte de desafíos mentales y físicos. Pero estos obstáculos son casi siempre menos intensos o consecuentes que los que enfrenta en casa. El choque cultural que sufres al llegar a Japón por primera vez o la tensión que te imponen las caminatas a Machu Picchu pueden parecer intensas en este momento, pero palidecen en comparación con los desafíos que tendrás al iniciar un negocio, criar a un hijo o luchar contra una enfermedad grave.
Aprendes a ser feliz en tu propia compañía
Cuando estás fuera de tu zona de confort y estás solo, aprendes tantas cosas sobre ti mismo que antes no eras consciente de ello. El momento de la soledad hace que te ames a ti mismo de todo corazón. Pasear por las estrechas callejuelas de una colonia francesa o tomar un café con leche o comer ese tiramisú tú solo mientras te sumerges en tu libro favorito en un pequeño café hace que te olvides del mundo. Conversa con un desconocido, tómate una cerveza con un local, practica el kayak en solitario y disfruta de todas las cosas bonitas que te rodean.
Los viajes proporcionan una educación de la vida real
Viajar es una experiencia de aprendizaje como ninguna otra cosa. Ya sea que signifique explorar un sitio histórico en persona, conocer gente de vastas culturas, probar nuevas comidas o sumergirse en un idioma extranjero, ningún salón de clases puede replicar la educación de la vida real que proviene de los viajes.
Deja de ver tanta televisión
Es raro sentarse a ver la televisión por un tiempo prolongado mientras se viaja, excepto quizás para un gran partido de fútbol o un evento de noticias. Francamente, no hay tiempo ni necesidad. Durante el día, normalmente estás corriendo por ahí viendo cosas, y por la noche casi siempre hay algo más entretenido y emocionante.
Cuanto más tiempo pasas sin televisión, menos sientes la necesidad de ella. Pasa suficiente tiempo viajando, y volverás a casa deseando activamente evitar la televisión, prefiriendo en cambio pasar tu tiempo libre haciendo el mismo tipo de cosas que hacías cuando estabas de viaje. Charlas con amigos, música en vivo, paseos en la naturaleza, lectura de libros, todo esto instintivamente se prioriza sobre la televisión.